Roxana

Asistente Ejecutiva

Soy una orgullosa hija de inmigrantes, nacida en Estados Unidos pero criada en México desde que tenía apenas unas semanas de nacida. Mis padres se mudaron a los Estados Unidos en 1999 cuando yo tenía unos 7 años para darnos a mí y a mi hermano el llamado «Sueño Americano». Lo recuerdo como si fuera ayer. Recuerdo que me sentí triste cuando tuve que despedirme del lugar al que todavía en ocasiones llamo hogar. Recuerdo que me sentí enojada con mis padres por alejarme de mi familia, de mis amigos y de todo lo que había amado y conocido.

Mis padres nunca han sido el tipo de personas que ocultan su estatus. Ellos no eran de los que vivían con miedo, me criaron sabiendo lo que era ser indocumentado y que no era algo de lo que avergonzarse. Lo único que mis padres nunca me enseñaron y lo que hicieron un gran trabajo en ocultar fue lo que realmente significaba ser indocumentado hasta el 15 de diciembre de 2011. Mi familia recibió una llamada de México en las primeras horas de la mañana, mi abuelo murió de un ataque al corazón mientras dormía. Tan pronto como me enteré, hice las maletas y me encontré con mi familia en la sala de estar, pero tan pronto como entré vi que nadie más estaba listo para irse y fue entonces cuando me di cuenta. En 2011, los cárteles ya se habían apoderado del lado mexicano del Río Grande, y si mi papá decidía ir al funeral de su padre, significaba que existía la posibilidad de que no volviera a su familia con vida.

Durante muchos años había estado enojada con mis padres por ser egoístas y alejarme de mi casa. No fue hasta que los vi sentados en nuestra sala discutiendo si valía la pena ir al funeral de mi abuelo que me di cuenta de que todo lo que mis padres habían hecho hasta ese momento había sido un gran sacrificio. Después de ese invierno, supe que les debía a mis padres hacer algo; honestamente, no sabía qué era exactamente ese algo, pero sí sabía que probablemente se vería como un Sueño Americano.
En Febrero de 2012 fue cuando comencé mi viaje como organizadora comunitaria y activista con una pequeña organización estudiantil llamada Minority Affairs Council (MAC). Gracias a ellos tuve la oportunidad de trabajar con organizaciones lideradas por jóvenes indocumentados a nivel local, estatal y nacional. Fue entonces cuando descubrí que la forma de ayudar a mis padres y a mi comunidad era dando y siendo su voz. Aprendí que el poder de la comunidad inmigrante proviene de sus historias y luchas que han enfrentado en su viaje al venir y vivir en los EE. UU.

Desde febrero de 2012, he trabajado con muchas organizaciones excelentes en todo el país. He conocido a muchos inmigrantes y escuchado cientos de historias y hasta el día de hoy esas historias son las que me han mantenido en el movimiento. La Firma de Lincoln-Goldfinch Law me dio la oportunidad de empezar a trabajar para ellos como su Especialista de contacto a Cliente. Puedo decir que hasta ahora he tenido una experiencia increíble trabajando en este bufete de abogados de inmigración de Austin. Mi puesto me ha permitido escuchar las historias de las personas y transmitir su información a nuestra abogada de inmigración, Kate, en preparación para su consulta con ellos. Debido a un sistema de inmigración que no funciona, no todas las historias conducen a un alivio migratorio, pero esas historias me recuerdan que la lucha no está cerca de terminar. Continuaré luchando por mi comunidad y, lo más importante, por mis padres, porque yo no sería la mujer que soy hoy si no fuera por todos los sacrificios que han hecho y sé que algún día su historia terminará como un sueño americano.